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Abrazos de cristal.

¿Que ocurre cuando una persona te cuenta que a soñado contigo, el mismo día que tu has soñado con ella? Quizás no deba considerarse un sueño, porque ha existido mas allá de los limites de nuestra cabeza, ha casi rosado la realidad, desdibujándose un poco antes de que abriéramos los ojos. No se, aveces no me atrevo a decirle a alguien que he soñado con el o ella, pero quizás este callando lo mismo, y halla sido el travieso comité de los sueños siameses el que en el momento de perder la noción de la razón, y a través de un estudio molecular de nuestros deseos, ha sintonizado a la ves, un mismo sueño, para dos personas que tímidamente sueñan lo que no se atreven a confesar. Por: Shinoflow - Abrazos de cristal.

Ciudad.

Un llanto,  un llanto de mujer interminable,  sosegado,  casi tranquilo. En la noche, un llanto de mujer me ha despertado. Primero un ruido de cerradura, después unos pies que vacilan y luego, de pronto, el llanto. Suspiros intermitentes como caídas de un agua interior, densa,  imperiosa,  inagotable, como esclusa que acumula y libera sus aguas o como hélice secreta que detiene y reanuda su trabajo trasegando el blanco tiempo de la noche. Toda la ciudad se ha ido llenando de este llanto, hasta los solares donde se amontonan las basuras, bajo las cúpulas de los hospitales, sobre las terrazas del verano, en las discretas celdas de la prostitución, en los papeles que se deslizan por solitarias avenidas, con el tibio vaho de ciertas cocinas militares, en las medallas que reposan en joyeros de teca, un llanto de mujer que ha llorado largamente en el cuarto vecino, por todos los que cavan su tumba en el ...

El Verdugo.

De los hombres lanzado al desprecio, de su crimen la víctima fui, y se evitan de odiarse a sí mismos, fulminando sus odios en mí. Y su rencor al poner en mi mano, me hicieron su vengador; y se dijeron «Que nuestra vergüenza común caiga en él; se marque en su frente nuestra maldición; su pan amasado con sangre y con hiel, su escudo con armas de eterno baldón sean la herencia que legue al hijo, el que maldijo la sociedad.» ¡Y de mí huyeron, de sus culpas el manto me echaron, y mi llanto y mi voz escucharon sin piedad! Al que a muerte condena le ensalzan... ¿Quién al hombre del hombre hizo juez? ¿Que no es hombre ni siente el verdugo imaginan los hombres tal vez? ¡Y ellos no ven Que yo soy de la imagen divina copia también! Y cual dañina fiera a que arrojan un triste animal que ya entre sus dientes se siente crujir, así a mí, instrumento del genio del mal, me arrojan el hombre que traen a morir. Y ellos son justos, yo soy maldito; yo sin delito soy criminal: mirad al hombre que me paga un...

EL CUERVO.

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,  mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,  inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,  cabeceando, casi dormido,  oyóse de súbito un leve golpe,  como si suavemente tocaran,  tocaran a la puerta de mi cuarto.  "Es -dije musitando- un visitante  tocando quedo a la puerta de mi cuarto.  Eso es todo, y nada más."  ¡Ah! aquel lúcido recuerdo  de un gélido diciembre;  espectros de brasas moribundas  reflejadas en el suelo;  angustia del deseo del nuevo día;  en vano encareciendo a mis libros  dieran tregua a mi dolor.  Dolor por la pérdida de Leonora, la única,  virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.  Aquí ya sin nombre, para siempre.  Y el crujir triste, vago, escalofriante  de la seda de las cortinas rojas  llenábame de fantásticos terrores  jamás antes sentidos...